30 septiembre 2010

Todo, quizás nada.


Cuando creí que ya lo tenía todo, sin saber cómo, se fue ese supuesto todo en un momento, y no sabía si llorar o reir. Entonces, quería pensar. Pero no es algo que, aún siendo tan íntimo y privado, se me dé bien hacer sola. Mis pies no querían seguir andando. Frené en seco sin saber que andaba buscando, aunque mis ojos se desorbitasen hacia cualquier lado buscando ese qué. Como no tenía nada que hacer, decidí observar. Ahí estaban ellos. Unos reían. Saltaban. Corrían. Hablaban. Aquellos bebían. Otros fumaban. Esa chica lleva una camiseta bonita. Me gustan aquellas botas. Ahí está él. Por el que tanto luché. Por el que tanto lloré. Por el que lo di todo. Por ese, ese que no me está mirando. Y no puedo acercarme a él, porqué mis piés no quieren moverse. Solo puedo mirarle. Ver como rie. Esos ojos. Su postura. Su espalda. Ahora se sienta. Pero creo que se va. Y ya no puedo observarlo. Supongo que me quedaré aqui. Mirando todo. Cuando todos se marchen, ya será tarde, muy tarde. Pero será cuando yo pueda irme. Cuando esté sola, mis piés me volverán a dejar andar.